A mi cabeza llegan estas reflexiones, haciéndome dudar cada vez más de la falsa solidaridad que el gobierno pretende. Aún más, de la falta de realidad que viven los guatemaltecos al ser cegados por la compasión desmedida hacia sus compatriotas.
No me expreso negativamente respecto de la compasión o de la solidaridad, es más, las considero dos valores importantísimos para que el juego social se lleve a cabo de la mejor manera. Valores que engrandecen a una persona.
Sin embargo, en la actualidad nacional estos dos valores han sido desprestigiados. No son considerados como obligación moral de las personas que deciden suscribir una ética verdadera basada en la realidad, sino son vistos como una obligación estatal y social, olvidando que ninguno de estos colectivos posee moral ni autoridad moral, al ser entes constituidos por millares de diferentes individuos.
Si se supone que Guatemala es un país que encomienda su constitución política, económica, jurídica y social en Dios, es ridículo que se intente deificar el estado y hacerlo competir con el Ser Supremo, quien se reconocería como la única autoridad moral. Es estúpido que al estado se le conceda este nombramiento y pretenda crear la ley para “moralizar” a las personas, en lugar de defender legítimamente los derechos inalienables de ella.
También, es necio que se le conceda al estado la redistribución de bienes y la autoridad para juzgar quién los “merece más”. Según la tradición cristiana, esto sólo le compete a Dios. ¿Y desde cuando alguien merece más que otro? ¿Acaso la ley no es para todos, porque el estado somos todos? ¿Dónde quedó lo de “todos somos iguales”, o sólo sirve para quienes sus antepasados han sido discriminados y maltratados?
Es mejor que las personas que les ha tocado la suerte de fajarse trabajando día a día y logre una vida decente ayude a los demás guatemaltecos desde su propio corazón ¿Acaso no es esta la verdadera solidaridad? A cada quien lo que es suyo y si desea regalarlo, guardarlo, gastarlo, invertirlo, quemarlo, etcétera, que lo haga. El estado no puede juzgar un mejor uso para los recursos que no produjo y que ni siquiera posee legítimamente, sino por una coacción arbitraria, es decir, los impuestos.
Por lo mismo, no apoyo las medidas que el gobierno actual toma con los zacapanecos, ni con los 41 municipios que Cohesión Social “ayuda”. Considero que es un grave mensaje para las generaciones siguientes: darles el pescado, pero no enseñarles a pescar, para que voten por mí. Además de las consecuencias a largo plazo: hombres que dependan de los demás, en lugar de encontrar su capacidad total como personas para hacer uso de sus fuerzas, mentes y dotes especiales; hombres que esperen que los auxilien en lugar de buscar una alternativa de vida; hombres irresponsables que exijan de los demás lo que ellos no pudieron hacer porque se acomodaron a la ley de la pobreza y condiciones externas e históricas.
Bajo ninguna circunstancia suscribo la transferencia de la responsabilidad personal sobre acciones libremente hechas. Suscribo la solidaridad como un valor personal y me compadezco de las personas que sufren las condiciones externas. Pero nunca apoyaré la mediocridad que el gobierno fomenta y no contribuiré a hacer hombres piojos de los que son responsables.
De ninguna manera pienso aportar “soluciones” cortoplacistas a mis hermanos zacapanecos. Si es de ayuda, propongo que se abran nuevas empresas que fomenten agricultura para tierra árida, como la grana o el biodiesel, que el estado deje de inmiscuirse en acciones solidaristas que no le competen y que ha demostrado a lo largo de la historia que no es capaz de manejar. Si el estado se dedica únicamente a la seguridad y deja a los guatemaltecos tener compasión unos por los otros, todos saldremos adelante. Sin trabas, sin intereses partidistas o políticos que corrompen los procesos de ayuda.
El estado debe apartarse del camino y dejar de obstaculizar las iniciativas nobles de los guatemaltecos pudientes, que se compadecen por el resto de humanos a su alrededor, que les cuesta lo que tienen, que son libres y se responsabilizan por sus acciones.